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contextualización y moralismo emotivo. La primera se ca- o la disfuncionalidad democrática). En resumen, se podría
racteriza por el comentario más o menos incisivo sobre ma- postular una relación de inversa proporcionalidad entre,
nifestaciones aisladas de la crisis, usualmente culturales, sin por una parte, el notable vigor de la elocuencia declarati-
atender a sus causas de fondo y al papel que juegan en el va, y, por otra, la escasa eficacia con la que se aborda la cri-
contexto integral de una situación histórica concreta. La cri- sis y las opciones disponibles ante ella. La razón es, además,
sis, como intentaré explicar en este ensayo, no es un mues- bastante sencilla: una vez entendida la situación con un mí-
trario contingente de males económicos, desgracias sociales nimo de coherencia, los objetivos del rechazo resultan me-
y nuevos fenómenos culturales, sino una realidad sistémica. nos evidentes, lo cual debe hacernos sospechar, aunque sea
Confrontar la crisis a la Lyotard, como un campo abierto a posteriori, de cualquier esparcimiento emotivo y asertivo.
de juegos lingüísticos o micro-narrativas sin un funciona- Es decir, se necesitan menos desahogos y más desasosiego,
miento supra-abarcador supone un ejercicio intelectual de perseverar en este último, no dejar que se sublime en sofla-
miopía y, lo que es peor, una pócima idónea para la inepcia mas ético-afectivas.
política. Esta crisis resulta ininteligible sin atender al papel Quizás, un buen punto de partida para sortear estos im-
estructurador y fundacional que desempeña hoy el capita- passes sea el reconocimiento de dos hechos no precisamen-
lismo. Éste no se trata (y nunca se trató) de otro micro-rela- te felices. Tras las grandes journées de 2008, durante las que
to más. Tratarlo como tal nos lleva a confundir niveles dis- parecieron despejarse vías de reforma e incluso ruptura, la
tintos de análisis histórico. perspectiva que tenemos desde 2013 resulta desoladora. En
La segunda forma en la que se ampara esta respuesta a la primer lugar, la “crisis” (concepto que exigiría un ensayo ex-
crisis pasa por una sobrecarga tonal, eso que Michael Lewis plicativo aparte) se ha convertido en un “estado permanen-
denomina (en relación a Heidegger) “apolitical ethics” (“éti- te de emergencia” (Žižek, “Permanent” 85) en el que están
ca apolítica”; xii). En un registro enunciativo, esta respues- a punto de quedar naturalizadas ciertas situaciones (i.e. alta
ta genera una gran energía retórica. En un registro analíti- tasa de desempleo), medidas (i.e. recortes/privatización de
co, no pasa sin embargo de una bienintencionada proclama servicios sociales) y mentalidades (i.e. la caridad como res-
sobre-evaluativa: el capitalismo es malo, el neoliberalismo puesta al desmoronamiento de toda una clase social). En
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aún peor, el modelo de la modernidad es el campo de con-
centración, y la banca constituye, por ejemplo, el sumun 2 En 2013, el número de parados en España ha superado ya los seis mi-
de diversos vicios imperdonables (egoísmo, codicia, desdén llones. Harán falta un par de décadas para volver a tasas de desempleo
previas a 2008, según la Organización para la Cooperación y el Desarro-
por todo padecimiento social, etcétera). Esta vocación con- llo Económico. La dimensión de los recortes en los servicios aún es difí-
denatoria tiende a venir acompañada por descripciones bas- cil de evaluar pues nos encontramos en plena fase legislativa y privatiza-
tante imprecisas de facetas concretas de la crisis (los desahu- dora. El llamado “tasazo” en los servicios judiciales y la privatización de
cios, el desempleo, el rol del sistema financiero, el déficit la sanidad pública en la Comunidad de Madrid son dos muestras de este
proceso. Sólo hace falta visitar la página de alguna organización caritati-
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013