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antes, durante y después de la guerra de 1936, reputados gerar piadosamente ciertos gestos (a)críticos, a mal-deglu-
especialistas en la cultura española se enroscaron en erudi- tir sin apenas debate la última moda teórica y a la acumu-
ciones a la violeta para no permitir que su labor académica lación de posiciones pretendidamente transgresoras que, en
se viese enturbiada por agendas políticas demasiado inme- realidad, se han osificado en un inventario de tics políti-
diatas. Incluso voces progresistas, preocupadas por la suerte camente correctos con los que convivimos con satisfecho
de la democracia española ante el golpe militar, distinguie- agrado (mea culpa, por la parte que me toca). Falta auténti-
ron escrupulosamente entre comentarios ad hoc a favor de co debate y sobra corporativismo discursivo. Falta fricción
la Segunda República y el trabajo “científico” sobre España, intelectual y sobra la tediosa uniformidad de las (con asi-
que podía y debía aislarse de alzamientos militares, violen- duidad) malentendidas diferencia, otredad, multiplicidad,
cias políticas, exilios y triunfos fascistas. fragmentación, diversidad, deslizamiento, nomadismo, al-
Se podría alegar, en respuesta al argumento anterior, que teridad, dislocación, pluralidad, periferia, intersticialidad,
los estudios sobre literatura, historia y cultura peninsulares liminalidad y otros lugares comunes de alta cotización le-
han evolucionado y que el andamiaje interdisciplinar que trada. Ante estos y otros términos en boga, oficializados en
ahora rodea a dichos estudios (sobre todo, allende los ma- una jerga de cumplido uso en escuelas graduadas, revistas
res) nos vacuna contra este género de errores, haciéndonos de prestigio, congresos internacionales, ferias de trabajo y
más susceptibles a las realidades históricas del momento. editoriales punteras; autores como Alex Callinicos (Resour-
Nada me gustaría más que compartir este optimismo pero ces y Postmodernism), Terry Eagleton (Theory e Illusions) y
mi propia experiencia en la universidad española, británica David Harvey (Condition), entre otros muchos, ya critica-
y estadounidense durante los últimos veinte años me indi- ron su complicidad con una fase política ultra-conservado-
ca otra cosa. En la disciplina, hay una cierta predisposición ra, su paradójico dogmatismo e incluso un academicismo
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me temo, a ver los árboles e ignorar el bosque, a celebrar absorto e inofensivo. En conclusión, de todos los errores
síntomas culturales de problemas socio-económicos, a exa- que se podrían cometer, el mayor sería pensar que nos ha-
llamos suficiente o adecuadamente pertrechados, como área
1 Estudié originalmente en la Universidad de Granada (1991-2003) y de estudios, para analizar y criticar esta catastrófica crisis y
pasé un año en la Universidad de Cardiff en Gales (1996-1997). Mien- sus duraderos efectos en la cultura española.
tras trabajaba en mi tesis doctoral para la Universidad de Granada, me Hay una segunda contestación académica a la crisis que
formé en los Estados Unidos en la Universidad de Texas en El Paso
(1997-2000) y en la Universidad de Colorado en Boulder (2000-2005). pasa, no por el mutismo y la sordina, sino por eso que po-
Desde 2005, trabajo en Dartmouth College. Sospecho que mi trayecto- dríamos llamar una indignación moralizante e incluso hi-
ria es representativa de otros muchos estudiantes nacidos en España du- per-combativa (a veces vitalista-spinoziana, a veces ontoló-
rante la Transición que se incorporan a escuelas graduadas norteameri- gico-heideggeriana). Las formas que esta opción adopta son
canas en pleno éxito del neoliberalismo político-económico y de algunas
corrientes intelectuales post-estructuralistas. muchas, pero me gustaría incidir en las dos más obvias: des-
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013