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o sociales de la desolación. La constatación de los escom-  una voz propia. De igual manera, los análisis de las piezas

 bros, de las ruinas, la negación de la realidad edulcorada,   literarias no se pierden en consideraciones irrelevantes para

 no supone quedar empantanados en la inacción. Pero la ac-  comprender la crueldad. Muchos de los estudios sobre li-

 tuación, si llega a producirse, dependerá del grado de cono-  teratura de profesionales de la crítica periodística o univer-

 cimiento al cual el lector se ha prestado sobre sí mismo o la   sitaria se pierden en recovecos formales como si la temáti-

 realidad a su alrededor.  ca presentada fuera perfectamente prescindible. Y es que el

 Siguiendo por el camino de la ética cruel, José Oveje-  análisis de la crueldad ética en lo literario de José Ovejero


 ro analizará “siete libros crueles” (117): El astillero de Juan   debería servir de ejemplo de escritura y método de crítica

 Carlos Onetti, con su comentario desangelado sobre las po-  literaria. De lo contrario, la lectura de la buena literatura, la

 sibilidades de una voluntad humana independiente; Meri-  cruel para Ovejero, y de las humanidades en general segui-

 diano de sangre de Cormac McCarthy y su desmitificación   rán perdiendo lectores y adeptos. No es para menos si los

 de la historia épica del oeste norteamericano, reducida aho-  encargados de mediar entre obra y público se dedican a jue-


 ra al sinsentido; Auto de fe de Elias Canetti, con sus perso-  gos florales intrascendentes, alejados de esa realidad desbro-

 najes prisioneros en su propia anomia; Historia del ojo de   zada en sus fundamentos por lo cruel.

 George Bataille y las verdades del deseo sin restricción; De-  Como se decía, la ética de la crueldad no aboga, más bien


 seo y La pianista de Elfriede Jelinek, con su demolición sin   rechaza con contundencia, cualquier forma de redención

 miramientos de la seguridad burguesa de la familia y de la   por parte del lector. Este es su propósito, y debe ser bienve-

 ideología que la sustenta; y Tiempo de silencio de Luis Mar-  nido si de desmontar los simulacros de consolación con los

 tín-Santos, con su mirada deshumanizada sobre la pobre-  que nos engañan a diario se trata. Sin embargo, la reden-

 za mísera donde las haya de los personajes y de la España   ción no tiene por qué venir tintada de creencias religiosas

 triunfadora de la posguerra.   ni verse abocada a ser recompensa de quienes aceptan el en-

 Llegados a este punto en la lectura del ensayo, no queda   tramado represivo más prevalente en el hoy. Una vez que se


 sino resaltar el buen hacer escritural de José Ovejero. En la   ha bajado a los abismos abiertos por la crueldad, se puede

 vertiente más ensayística, no queda prendado ni de la pro-  volver a la cotidianidad de cada cual armados de una mo-

 fusión innecesaria de notas a pie de página ni de las citas de   ral no moralizante y enfocada, como diría John Berger, a

 autoridades para avalar su pensamiento. Sin ser liviana, su   salvar el presente de la banalidad e intrascendencia (“Ecrire

 escritura fluye ligera por los recovecos de la crueldad, rehu-  pour être témoin de son temps et refuser une tyrannie sans

 yendo acertadamente las falsas muletas de tradiciones hace   visage.” Le Monde, 20 juillet 2012: 17). La pretensión no

 tiempo osificadas. No es que el autor rechace desde la arro-  es abandonar el momento actual en aras a la resolución de


 gancia la valía de lo ya escrito sobre la crueldad sino que   sus limitaciones en un futuro radiante. De la ideologías del

 opta con buen tino por dedicar sus energías al desarrollo de   progreso hace tiempo que nos desencantamos por su apego





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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
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