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y de su posterior infancia rural, por ejemplo, una vez des- la encarnadura narrativa de escritores como Julio Llamaza-
aparecido o arruinado el paisaje físico, marca vitalmente res (Vegamián, León, 1955), Jesús Moncada (Mequinen-
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su mirada literaria y prefigura en cierta medida su destino za, Zaragoza, 1945/2005), Alfons Cervera (Gestalgar, Los
como escritores. Por ello, el éxodo rural y sus secuelas, re- Serranos, Castellón, 1947), José Giménez Corbatón (Za-
sultado de la evolución y desarrollo de la sociedad españo- ragoza, 1952, con infancia en Ladruñán, Teruel) o, entre
la en las décadas mencionadas, acaba siendo pieza clave en otros, de quien esto suscribe (Piedrafita de Jaca, Huesca,
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1952). Unos, marcadamente definidos con espacios litera-
Recuerdo un pueblo de trescientos habitantes, Santolea, que podría ser turizados aunque siempre concretos (Los Yesares, Crespol,
el Crespol de mi libro…” (Ángel Viñas. “La magia del lenguaje” Revis- Monte Oscuro), otros, aunque con definición semejante,
ta Muface, nº 151, pp. 24-25, Diciembre 1993) o “El paisaje de Teruel asentados sobre un concepto más abierto y amplio en la uti-
forma parte de mi ser más profundo” (Gamarra, Teresa y otros en “El
mundo literario de José Giménez Corbatón” Boletín de Cultura e infor- lización de ese paisaje (Llamazares, Moncada). “Me gusta
mación-CELAN, 4, 2002, pp.38-39. pensar que mis tres libros están llenos tanto de situaciones
Y similar respuesta ofrece Alfons Cervera cuando une infancia y no- inventadas como de otras que salen de la realidad porque
vela, oralidad y experiencia: “Los niños preguntaban cosas incómodas, al fin y al cabo, la memoria está estructurada de tal mane-
preguntábamos cosas incómodas que nosotros no sabíamos que eran in-
cómodas. Las respuestas no existían y a nosotros nos asustaban, de muy ra que al final lo que hay en ella es una mezcla compleja de
pequeños, incluso los mismos padres, cuando decían: “acábate la sopa realidad y de ficción”. Alfons Cervera suele afirmar a me-
de estrellas, porque si no vendrá el hombre del saco o el maquis y se te nudo que “quien recuerda miente” o que “las cosas no son
llevará.” No sabíamos lo que era el hombre del saco, ni el maquis, pero como son sino como se recuerdan”. Y, por ello, la memoria
intuíamos que si se nos llevaba no era para darnos precisamente un cara-
melo. Entonces, claro, pues, todo viene rodado cuando decides escribir una en sus novelas es “posiblemente tan bastarda, tan irreal, tan
novela sobre el miedo. Está tan vinculado con la infancia, con ese miedo inexacta como toda memoria”, en Georges Tyras, Las voces del
que los adultos nos trasladaban a los críos de entonces...” o “El color del silencio… Entrevista citada. (El subrayado es nuestro).
crepúsculo y La noche inmóvil (…) creo que todo pertenece a ese plano de Todos, pasada la infancia, habitarán en el mar de la in-
la realidad que me viene directamente a mí, que surge de mi experien-
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cia, o a través de los relatos de la gente”. Georges Tyras, Las voces del si- diferencia y de la nivelación urbanas. Una circunstancia
lencio, entrevista con Alfons Cervera. Revista Quimera noviembre 2003.
(El subrayado es nuestro). 5 El listado de autores puede ampliarse. Sirvan de ejemplo, sólo en el te-
rritorio aragonés, Enrique Satué (Sabiñánigo, Huesca, 1955) autor del
libro de relatos Pirineos de boj (2005) y, entre otros ensayos-memoria,
4 El aliento del pasado siempre está a nuestro lado. En su libro En las
montañas, John Berger escribe “el pasado nunca se queda atrás, siempre de El Pirineo abandonado (1984, obra básica para que Julio Llamazares
localizase La lluvia amarilla en Ainielle), que analiza y reflexiona sobre
está al lado de uno. Bajas un anochecer desde el bosque, y un perro se po- el paraíso y paisaje de su infancia. O Severino Pallaruelo (Puyarruego,
ner a ladrar en un caserío. Hace un siglo en el mismo lugar, a la misma Huesca, 1954) autor de Pirineos, tristes montes (1990) o Un secreto y otros
hora, un perro se puso a ladrar al oír a un hombre que bajaba del bos- cuentos (1997).
que, y el intervalo entre los dos momentos no es más que una pausa en-
tre los ladridos”. (El subrayado es nuestro). 6 “Si yo siguiera viviendo donde nací no escribiría lo que escribo”, afir-
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013