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el último eslabón del progreso, que la incomodidad innegable                                                     a todas nuestras diferencias, existe algo que nos une a los
                de las diligencias aguzó el ingenio humano a tal punto que no                                                    seres humanos, es un acto de fe pura; un compromiso que

                tardó en inventarse un medio de viaje incomparable, el de andar                                                  adquirimos casi por voluntad, amparándonos en una certi-

                a pie. Peatones y nadadores constituyen así el coronamiento de
                la pirámide científica, como cabe comprobar en cualquier playa                                                   dumbre más epitelial que científica. Hemos de dar, en cier-

                cuando se ve a los paseantes del malecón que a su vez observan                                                   to modo, con una nueva sensibilidad.

                complacidos las evoluciones de los bañistas. Quizá sea por eso                                                       Witold Gombrowicz, escritor polaco de insólita audacia,
                que hay tanta gente en las playas, puesto que los progresos de la                                                dandi irreverente e individualista, y la cosa más alejada posi-

                técnica, aunque ignorados por muchos niños, terminan siendo                                                      ble de un hippy esotérico y bienpensante, intuye sin embar-
                aclamados por la humanidad entera, sobre todo en la época de

                las vacaciones pagas.                                                                                            go, en estas dos sencillas entradas de su excepcional diario,

                                                                                         Julio Cortázar,                         esa nueva sensibilidad que ha de romper lugares comunes y
                                                                                          Último round,                          convenciones casi milenarias:

                                                                siglo veintiuno editores, 1969.



                                                                                                                                        Miércoles


                “Para mí la utopía política verdadera no es un sueño, es inven-                                                         Me paseaba por la avenida bordeada de eucaliptos cuando de

                tar una nueva forma de vida para poder sobrevivir. Así todas las                                                        pronto de detrás de un árbol salió una vaca.

                utopías auténticas son, en ese sentido, un producto de la emer-
                gencia”                                                                                                                 Me detuve y nos miramos a los ojos.

                                                                                             Slavoj Žižek
                                                                                                                                        Su condición vacuna sorprendió hasta tal punto mi condición

                                                                                                                                        humana —tan tenso fue el momento en que nuestras miradas
                                                                                                                                        se cruzaron—, que me sentí confundido en tanto que hombre,
         Hemos de inventar, pues, una nueva (o vieja) manera de ha-                                                                     es decir en tanto que miembro de mi género, del género hu-

         bitar el mundo. Para acometer empresa tan ambiciosa, aun-                                                                      mano. Sentimiento extraño, que experimentaba probablemente

         que por otra parte tan impostergable, tal vez sea necesario                                                                    por primera vez: la vergüenza del hombre frente al animal. Le

         que se vaya instaurando una suerte de fe en el cambio, una                                                                     permití que me mirase y me viese, lo cual nos hizo iguales, yo

         voluntad incondicionada y emprendedora que contrarres-                                                                         también me convertí en animal, pero un animal extraño, hasta

         tre el nihilismo estático, que se oponga frontalmente a ese                                                                    diría que ilícito. Me puse en camino reanudando mi paseo inte-
                                                                                                                                        rrumpido, pero me sentía incómodo... , en medio de la natura-
         racionalismo irracional que emana de las formas de vida ca-                                                                    leza, que me asediaba por todas partes, y que de alguna mane-


         pitalista-espectaculares, que ante el hastío y la desesperanza                                                                 ra... me contemplaba.

         emplee nuestro siempre incalculable potencial imaginati-

         vo acompañado de esa razón socrática de la que hablába-

         mos antes. Como decía Žižek, albergar la idea de que, pese







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