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demos llamar una antropología y una ontología capitalistas.                                                             sólo uno de los muchos por donde se puede comenzar a re-

         Por concluir con un ejemplo, uno de estos términos fetichi-                                                             mar a contracorriente, ocasionar disgusto y herir suscepti-

         zados y omnipresentes (en todas partes y, a la vez, en nin-                                                             bilidades en varias generaciones de estudiantes y estudio-

         guna) es la libertad, una concepción muy particular de ésta                                                             sos. La crítica del capitalismo no es cómoda porque somos

         que se auto-presenta, sin embargo, como la libertad. Pocos                                                              sus vástagos, pero unos vástagos a los que el proto-padre ha


         valores tienen la pujanza retórica y la capacidad de pene-                                                              curvado y explotado el instinto parricida. Conviene recupe-

         tración ideológica que tiene la libertad (primordialmente                                                               rar una imperfecta y freudiana salud metal, e irnos prepa-

         en el alumnado anglosajón). Autores como William Davies                                                                 rando para el doloroso rito sacrificial. Al otro lado aguardan

         o Wolfgang Streeck han comentado aspectos de esta liber-                                                                problemas, trances y retos mayores. Como pide Žižek, hay

         tad rabiosamente individual en relación a ámbitos como la                                                               que intentarlo de nuevo, quizás volver a fracasar, pero esta

         salud pública y el consumo. Ambos concluyen, por ejem-                                                                  vez fracasar mejor. Incluso desde el inicio mismo, el fracaso

         plo, que el sujeto neoliberal combina porciones generosas                                                               es una opción; la aquiescencia con el capitalismo, el enco-

         de entusiasmo (indispensable para las agudas demandas la-                                                               mio de ilusorias soluciones o la apología de respuestas in-

         borales y de gasto libre) y una comedida frustración (pre-                                                              adecuadas no.


         cisa para perpetuar la hiper-productividad retroalimenticia

         del deseo). Este equilibrio resulta cada vez más difícil por-

         que las condiciones que lo sostienen están siendo socavadas

         por niveles de riesgo, pobreza, volatilidad y sobre-erotiza-

         ción publicitaria que ponen al sujeto y su contexto social en

         un estado de desquiciante y contraproducente emergencia.

         Nada vende tanto y tan bien como la libertad, asociadas a


         la felicidad y la auto-realización personal… pero esta liber-

         tad es experimentada por sectores cada vez más amplios de

         la población como una farsa desabrida y, por supuesto, ca-

         rente de sustancia subjetiva y social (Davies 67-71; Streeck,

         “Citizens” 39-43). En la crítica de arraigadas mitologías en

         sociedades capitalistas (como la de la libertad), las humani-

         dades parten de un punto de partida favorable porque su

         misma ductilidad y a-cientificismo les ayuda a barajar ele-

         mentos experienciales, afectivos, narrativos, visuales, sim-


         bólicos y estéticos. La libertad es un eje primordial, pero






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