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nable llegar en cada época. Esa sería pues su más ambiciosa                                                             un anuncio, y cuando al final aparece lo anunciado toda su

         meta, su fin último, aunque a menudo el gesto creativo no                                                               belleza se esfuma y envilece, como un fruto reluciente que

         albergue conscientemente esa intención.                                                                                 al hincarle el diente descubrimos está podrido por dentro.

             La enjundia de todo acto creativo no es, por tanto, que                                                             Como bien dice Agustín García Calvo a menudo:

         la imagen sea perfecta, o la nota afinadísima, o las palabras

         hermosas, sino el modo en que éstas ensanchan la imagina-

         ción, amplían la posibilidad misma de imaginar lo que so-                                                                      El precio del bollo en el bollo lo cambia al bollo de gusto.


         mos y lo que podemos ser.

             Lamentablemente, también esa potencia humana se ha-                                                                 Una sola moraleja

         lla en gran medida secuestrada por la economía, y las con-                                                              Si los relatos y los cuentos nacieron de la necesidad de rom-

         secuencias de este rapto son sin duda mucho más serias y                                                                per la realidad y permitir la percepción de las infinitas otras

         profundas de lo que pareciera a simple vista.                                                                           realidades que brinda la imaginación, la publicidad es jus-


                                                                                                                                 tamente lo contrario: un costosísimo engranaje creativo e
         Esto es la guerra                                                                                                       industrial destinado a reproducir insistentemente un mis-


         En la actualidad todos vivimos una guerra cotidiana, sorda,                                                             mo cuento, con el objetivo de mantener oculto al especta-


         y a menudo desapercibida, librada en el campo de batalla                                                                dor tanto la realidad como las infinitas realidades de todos

         de la imaginación. Algunos combaten en ella cuerpo a cuer-                                                              los demás cuentos posibles. La publicidad, podríamos de-

         po, con sus pinceles, sus voces, su cerebro. Otros, la mayo-                                                            cir, es el más temible ogro encarnado de los cuentos, es el

         ría, la padecen pasivamente en el papel de rehenes recepto-                                                             anti-cuento. Multiplicidad de narraciones abocadas a concluir

         res. En litigio se dirime el control de la imaginación, y por                                                           siempre en una misma y escalofriante moraleja: compra.

         tanto los límites de todo lo posible.                                                                                       Lamentablemente, y algo similar sucede en otras áreas

             Un bando, el más abrumadoramente poderoso y armado,                                                                 como la ciencia, una grandísima parte del caudal creativo y


         lo componen los profesionales de la publicidad y la propa-                                                              del potencial humano se malversan en aras de las exigencias

         ganda (ya prácticamente la misma cosa), los programadores                                                               del mercado, y no de las necesidades humanas reales. Pero

         televisivos, los operarios del espectáculo, en definitiva. Estos                                                        más desalentador aún es el hecho de que muchos de los que

         exprimen su capacidad creativa en dar continuamente con                                                                 se resisten a ese malogramiento de sus energías acaben em-

         nuevos, ingeniosos y deslumbrantes gags que mantengan a                                                                 pleando éstas precisamente en combatir el engaño, en des-

         la población entretenida y en permanente estado de acepta-                                                              enmascararlo, con lo que la urgentísima tarea de imaginar y

         ción de la realidad impuesta, o sin resortes ni resuello para                                                           construir algo diferente queda una vez más postergada. Tal

         imaginarse otra distinta. Recabemos en todas esas ocasiones                                                             vez esto explique el que en las últimas décadas apenas en-

         en que quedamos prendados ante una bella ocurrencia en                                                                  contremos imaginarios propositivos que aporten sustancial-






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                Revist a   de   alces   XXI                                                                                                                                                       Número  1 , 2013
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