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¿Es posible, pues, desactivar esa maraña de gags, de sig- tal oficial, intencionadamente ingenuo, premeditadamente
nificados fragmentados con que nos bombardea a diario la estéril. Cualquier análisis mínimamente fundamentado nos
publicidad, la así llamada “información”, la apisonadora vi- indica que el problema ecológico no es un problema en sí,
sual del espectáculo, en la que todo vale lo mismo? sino más bien una consecuencia más de otro problema ma-
¿Podemos recuperar esa potencia cuando ya nos hemos yor, y que no existirá pues una solución ecológica en tanto
acostumbrado en la TV y los periódicos a que las imágenes no demos con una solución política y económica; con otro
de los verdugos se alternen con las de sus víctimas de mane- modelo de sistema, en definitiva. Procuremos, pues, huir de
ra aleatoria, sin conexión aparente? los tópicos y los simplismos acerca de esta cuestión.
Pensemos si no en esos suplementos de ecología que se
han visto forzados a incluir en sus ofertas los grandes perió- Lo que interesa
dicos, en los que se intercalan con toda naturalidad noticias Antes hablaba de cómo, si bien desde niño me apasiona-
sobre el deterioro medioambiental con las publicidades de ban las posibilidades del lenguaje gráfico, no era sin embar-
coches y empresas de energía que, entre otros causantes, son go esto lo que me interesaba fundamentalmente al dibujar,
los responsables directos de ese deterioro. ¿No hay en esto sino otra cosa que no sabía bien qué era. Algo que tal vez
algo terriblemente inquietante y perverso, como si se hu- intuía, algo así como el motivo último por el que se pone
biesen retorcido las cosas tanto que éstas han terminado por uno a pintarrajear, aparte de por el puro gesto lúdico de ha-
exhalar su propio significado? ¿Cómo reconstruimos desde cerlo. ¿Por qué dibujar? ¿Por qué escribir, o componer una
este punto esquizofrénico un nuevo sentido, un orden lógi- canción, o diseñar una construcción más allá de su función
co, algo que dé valor a algo? práctica?
Y llegado aquí, nuevamente matizaría el título de la char- Difícil interrogante a la que sin embargo, a mi entender,
la original, ahora en su segunda parte, la que alude al “dis- Rimbaud dio en cierto modo respuesta en una carta redac-
curso proambiental”. Encuentro que a menudo el discurso tada a los 17 años (es decir, en plena efervescencia creati-
que reclama el respeto al medioambiente se queda corto, va en su caso, dado que dejó de escribir a los 20 años) a su
y por tanto ineficaz, cuando se reduce a una serie de con- amigo Paul Demeny, al hablarle acerca de un nuevo lengua-
signas bienintencionadas y por otra parte bastante de ca- je universal que él sentía nacer:
jón (la madre naturaleza es buena, salvemos al lince, reciclo
mi basura, los domingos coge la bici, etc.) que se esgrimen El poeta definirá la cantidad de lo desconocido que se despierta
aisladamente, al margen de un discurso más ambicioso y en su época en el alma universal.
englobador, más realista, que inevitablemente adquiriría Dicho de una manera no tan majestuosa, el creador alum-
contenidos económicos y políticos contrapuestos a los ge- bra nuevos horizontes de la experiencia, de la sensibilidad,
neralmente establecidos. Este es el discurso medioambien- de lo posible. Marca algo así como hasta dónde es imagi-
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013