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El relato que excluía la economía del debate político y canismos culturales de crítica, se producen los Pactos de la
convenía a los sistemas de gobernanza bipartidistas era y si- Moncloa, primer pacto oficial del franquismo con la oposi-
gue siendo común al mundo capitalista globalizado y se im- ción, que supuso la eliminación de los movimientos socia-
puso muy pronto a la joven democracia española, según el les y el abandono de propuestas democráticas más amplias”
balance que hizo Manuel Vázquez Montalbán en los años (Martínez 15). Como es obvio, desde el mundo de la cultu-
90: “Y es que con la democracia llegó a España la ofensi- ra no han dejado nunca de elevarse voces contra este sueño
va cultural neoliberal desacreditadora de la dialéctica y de o esta utopía (Du Stridon) compartidos, contra la fábula de
la crítica, y legitimadora de la fatalidad intrínseca de la rea- la mano invisible y la administración exclusivamente con-
lidad y la internacionalización capitalista del sentido de la table de los intercambios y recursos humanos supuestamen-
historia y de la cultura” (109). Lo que se ha llegado a lla- te favorables al bien común: desde cantautores y cantantes
mar recientemente Cultura de la Transición (CT) se adhería de rap, directores de cine, novelistas como Vázquez Mon-
por completo al mito del crecimiento, de la eficacia y del talbán, Rafael Chirbes, o Belén Gopegui, por poner unos
rendimiento, lo que Isidro López apodó “consensonomics” ejemplos, pasando por autores de comics underground. La
(77-88). El fenómeno se acentuó y se consolidó con la en- voz cantante la llevaba sin embargo una CT “tolerante” y
trada de España en la Comunidad Europea; el tratado que, “pragmática”, con la mirada dirigida hacia la “moderniza-
en 2005, establecía una Constitución para Europa, amplia- ción económica”, entendida como desregulación de las le-
mente ratificado por referéndum en España (a pesar del alto yes de protección de los trabajadores y desmantelamiento
grado de abstención) y rechazado (en vano) en Francia, de- progresivo de los servicios públicos —“quitar las conquistas
fendido en ambos países por los partidos socialistas y de sociales para modernizarlas” (Garcés 66)—.
derecha “popular” que se turnan en el poder, grababa en Sin embargo, cuando se quiso imponer el relato de otra
piedra una política económica de libre mercado y prohibía “crisis” del sistema sobre lo que resultaba ser el desmorona-
detalladamente cualquier traba a la competencia y a la cir- miento de una organización viciada, una repartición injusta
culación de los bienes (que no de las personas). Era, sin em- de las riquezas y una desconexión interesada entre econo-
bargo, mucho menos prescriptivo y preciso con la protec- mía real y economía especulativa, las reacciones por parte
ción de los derechos fundamentales de los seres humanos. del mundo de la cultura no se hicieron esperar. Y cuando se
A esto hay que añadir en la España democrática tanto los quiso imponer la lectura moral de una culpabilidad colec-
intentos de deslegitimación de las manifestaciones y protes- tiva (“vivieron/vivimos por encima de sus/nuestras posibi-
tas ciudadanas desde los inicios de la Transición como un lidades”) que hacía responsables de su situación a las víc-
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derecho a la huelga regulado por una ley preconstitucional:
“La cultura, de hecho, está notoriamente desactivada como 1
Léase a este respecto el artículo “Por encima de nuestras posibilidades”.
tal en 1977, cuando, ante el silencio de la cultura y sin me- de Manuel García Montero. No voy a evocar aquí la contestación de la
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013