Page 295 - Revista0
P. 295

plo, cómo un hábil cuentista reduce a una sola línea un ex­  escenario teatral al uso. Creo que una de las primeras perso­

 tenso espacio temporal: “Era un gallo capón que le echaron   nas que utiliza la palabra “imaginario” para referirse al con­

 —no le quería ninguna gallina— y se fue por ahí, por los   junto de conocimientos intelectuales o gráficos que, en for­

 mundos de Dios, y llega a un molino y había un gallinero”   ma de magma simbólico, sirven de motor al ser humano, es

 (Díaz 57). En una sola frase el narrador explica la carencia y   Cornelius Castoriadis. El término usado por el filósofo fran­

 problema consiguiente del protagonista, su necesidad de sa­  cés nacido en Estambul se adecúa muy bien a lo que he tra­

 lir del entorno en que vive, la peripecia por diferentes luga­  tado de trazar en este apresurado recorrido. Detrás de los es­


 res y la llegada al molino (la narradora era hija de molinero)   pacios en que se desarrollan las acciones de los cuentos hay

 donde vuelve a encontrarse el capón con su medio natural,   todo un conjunto de saberes que les dieron origen y que con­

 con su ámbito propio, con su espacio físico después de haber   tribuyeron a retratar y perfilar las expresiones de sus prota­

 recorrido un espacio temporal.   gonistas, sus posturas, su carácter: es toda esa iconografía an­

 Como parte integrante de la naturaleza y más o menos   tigua, esos relatos pretéritos, aquellas leyendas asombrosas

 cercanos al entorno del individuo, los animales son a veces   que alimentaron las miradas y las mentes de miles y miles de

 compañeros y a veces adversarios con los que aquél debe   personas y que alentaron su fantasía durante siglos. Ese ima­


 convivir o a los que debe respetar por miedo o por sentido   ginario, construido en un lenguaje comparti do y compren­

 común. Desde los más antiguos relatos hay un interés por   dido, ha arrastrado consigo personajes, anécdotas, oracio­

 demostrar que los animales son inferiores al hombre pero,   nes, canciones, usos convertidos en costumbre y toda clase

 al mismo tiempo, aparecen aquí y allá vestigios de cuentos   de elementos con los que se ha ido edificando el recuerdo y

 y leyendas  en los que  las  metamorfosis  ofrecen  un curio­  la mentalidad. Castoriadis decía, atreviéndose a contradecir

 so campo de observación, pues en ellos el hombre se trans­  a Aristóteles, que lo que la sociedad busca y necesita no es

 forma en animal con tanta asiduidad como el lobo o el oso   la sabiduría sino la creencia. Es decir, no los conocimientos

 hablan y actúan al estilo de los seres humanos, conviviendo   científicos y pretendidamente reales sino la certeza personal

 todos en un mismo espacio del mismo modo que el bien y   de lo creíble. Es lo inmaterial, el patrimonio no tangible que


 el mal, la hermana buena y la hermanastra, la madre que vie­  reside en nuestra memoria y que regresa en forma de espacio,

 ne a recupe rar la asadura desde el más allá y el asustado hijo,   de gesto, de expresión o de imagen.

 comparten el mismo medio y se relacionan en él.

 Escribía el filósofo alemán Gadamer: “En el momento

 en que la tradición vuelve a hablar emerge algo que es des­

 de entonces y que antes no era” (2: 168). La construcción

 creativa de los espacios en que el argumento de los cuentos


 se desarrolla tiene más que ver con el imaginario que con un






 294                                                                                                          295
 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
   290   291   292   293   294   295   296   297   298   299   300