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lencio y la servidumbre. Según ella, “nosotras no tenemos   es un impulso, una propensión innata a contar el territorio em-

 que renunciar a ser mujeres para ser madres” (“El cuerpo”   barrado. No se trata de una obligación moral ni de una denun-

 41) y eso requiere hablar de la maternidad, nombrarla, po-  cia social. Es algo mucho más básico. El territorio embarrado
                está ahí, igual que estaba ahí el Everest, irresistible. Sobre todo
 nerla en palabras, incluyendo los gritos y la cólera. La ma-  para los que somos como yo. Defectuosos. Lo somos. Lo soy.

 ternidad debe ser recuperada por la mujer y debe ser situada   (Agirre 201)

 dentro de una genealogía femenina, no patriarcal para que

 podamos “conquistar y conservar nuestra identidad” (42).

 Si no es así, las mujeres se convierten en cómplices “del ase-  La duda y la ambigüedad se avanzan como modos de co-


 sinato de la madre”, perpetuando el silencio y el mutismo   nocimiento y de exploración de la identidad. Una de las

 sobre esa experiencia, con la grave consecuencia de exiliarse   técnicas más destacadas en este contexto es la metaficción,

 de sí mismas (42). Además, como explicaba en su Speculum,   una forma de escritura que alude conscientemente a su pro-

 es necesario dislocar el lenguaje y la lógica que han situado   pio estatus como resultado de la imaginación, e interroga


 a la mujer como “la otra”, el complemento, el lado negati-  las bases del contrato entre el autor y el lector. Explotando

 vo de lo masculino, de un modo paciente pero radical. Esta   la relación del realismo convencional, la mezcla de ensayo y

 acción exige una actividad deconstructora y un estado men-  ficción se sugiere entonces como una herramienta para bus-

 tal que acepte la posibilidad de que un texto no tenga una   car la verdad. El “territorio embarrado” que propone Katixa


 autoridad final y fiable (Burke 295). La reflexión de la pro-  Agirre no es lineal ni estructurado, claro ni sistemático, sino

 tagonista de que “la verdad, o eso que nos conformaríamos   que in-corpora en la experiencia de la maternidad una mul-

 con llamar verdad, muy probablemente se encuentre mez-  titud de posibilidades que aun siendo inexplicables pueden

 clando las hipótesis A, B, C, D y E en dosis desconocidas”   liberar a la mujer.


 indica su deseo de indeterminar, de flexibilizar interpreta-  La meta de exploración de la ma(l)ter(n)idad se manifies-

 ciones, incluso cuando la realidad o nuestra voluntad quie-  ta claramente en el título de la novela: Las madres no cons-

 ran apuntar a una respuesta conclusiva (Agirre 197).  tituye una oración incompleta, sin verbo, dejando la fra-

 Ciertamente este uso no resoluto del lenguaje crea difi-  se completamente abierta a la interpretación de la lectora


 cultades para la lectora, pero se revela importante porque   (“Conversación”). En una lectura rápida puede concluirse

 avanza un espíritu antiautoritario, rechazando teorías abso-  de múltiples modos: “las madres no matan”, “no destruyen”,

 lutistas al decantarse por expresiones fluidas que implican   “no son egoístas”, “no se distraen”, “no callan”, o quizás, “las

 a la lectora en la consideración de “otras” maternidades. En   madres no dudan de sí mismas”, “no se autodestruyen”, e


 diálogo con esta visión la escritora protagonista habla de su   incluso, “no escriben”. La respuesta que completa la prime-

 labor afirmando que   ra parte de la enunciación será influida por los sentimientos






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 Revist a  de  al ce s XXI                              Número  5 , 2021-2023
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