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tad” (109) que apunta a las relaciones humanas y la iden-                                                               ce al Seat 600. Este capítulo de Rogelio Rodríguez Pellicer

         tidad de género en varias películas españolas que tratan el                                                             —“El turismo extranjero de los años sesenta y la motoriza-

         turismo en su vertiente desarrollista y pro-régimen. Son                                                                ción española vista por nuestro cine”— acusa una corrien-

         cintas protagonizadas por “el homo hispanicus de los cal-                                                               te de sentimentalidad, que no memoria histórica, que atra-

         zoncillos de felpa aspirante a libertino de playa [y] la chica                                                          viesa, asimismo, otros muchos ensayos de Viajes de cine, ya

         [española] ye-yé de los primeros bikinis” (110). Sin embar-                                                             que examinan un cine basado en el boom de sol y playa ge-

         go, estos filmes disfrazaban también la dura realidad social                                                            nerado por el Plan Marshall turístico de Fraga Iribarne (mi-


         —la inmigración, la especulación del suelo, el destrozo me-                                                             nistro de Información y Turismo, 1962-69), lo que posi-

         dio-ambiental, etc.—, al tiempo que “ponen nombre” a la                                                                 bilitó para él, los demás gerifaltes del régimen franquista y

         libertad sexual, incluso “queer en algunos casos” (112). Este                                                           sus turiferarios permanecer en el poder, además de ofrecer

         bien fundamentado estudio parte de una sucinta exégesis                                                                 al pueblo español la oportunidad de alcanzar una simbolo-

         de ¡Vente a Alemania, Pepe! (Pedro Lazaga, 1971) y sintetiza                                                            gía de un cierto bienestar en forma de pisitos, cochecitos, y

         (y se cimenta) en otras películas del cine turístico desarro-                                                           con el paso del tiempo, chiringuitos, chupitos y hasta moji-

         llista —Pero, ¿en qué país vivimos? (J.L. Sáenz de Heredia,                                                             tos (¡Vente a Cuba, Pepe!).


         1967), Amor a la española (F. Merino, 1966), En un lugar de                                                                 Eugenia Afinoguénova respalda esta noción en una for-

         La Manga (M. Ozores, 1970)— cuyos directores tuvieron                                                                   midable relectura de La piel quemada (J.M. Forn, 1967).

         las agallas de complicar, si no cuestionar, “la idea de género                                                          Asevera que “el cine desarrollista [fue] más bien una corti-

         y la narrativa clásica del deseo” (131).                                                                                na de humo que ocultaba otras realidades merecedoras de

             Otro aspecto positivo de esta colección de ensayos es el                                                            atención” (184). Fundamenta sus juicios en los estudios de

         hecho de que aborden la relación turismo/cine en películas                                                              movilidad (Mobility Studies) con el propósito de investigar

         que se ambientan por toda la geografía española. No podía                                                               la “visión polifacética del turismo” (185) en dicha cinta.

         faltar el epicentro de la industria: Palma de Mallorca y su                                                             Para esta estudiosa, el director catalán hace algo inaudito

         paseo marítimo. Y en su estudio, “Visión fotográfica y ci-                                                              en el cine español de entonces: “enfrentarse a la realidad en


         nematográfica de un espacio turístico. El paseo Marítimo                                                                lugar de responder a la falsa realidad que exhibía el cine de

         de Palma,” Catalina Aguiló Ribas y María Sebastián Sebas-                                                               la época” (199). Este estudio rompe otra lanza a favor del

         tián pormenorizan la evolución urbanística y arquitectóni-                                                              “análisis del turismo no sólo como política e industria sino

         ca de la ciudad y su célebre paseo al tiempo que compen-                                                                como parte de las relaciones sociales que el turismo pro-

         dian su explotación como plató cinematográfico. Tampoco                                                                 voca” (201). Según Afinoguénova, los desgraciados prota-

         podía faltar un estudio (por cierto, muy gracioso) sobre el                                                             gonistas andaluces de La piel quemada que se desplazan de

         vehículo que permitió al pueblo español conocer a su pro-                                                               Guadix a Lloret de Mar en busca de una vida mejor en el


         pio país: el Pelotilla o Seíta, como popularmente se cono-                                                              sector turístico —y por extensión, la “movilidad” de todos






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