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mente un reto por ampliar, extender y mixtificar las nocio- ducción” o “política de los cuidados”, tanto para las perso-
nes. Muchos no tuvieron problema. De ahí parecía sencillo nas como para las organizaciones —sólidas o blandas— que
entender que son realmente pocos los sujetos libres y dis- se pretendan. Pero integrarlos de tal modo que ya no sea ne-
ponibles para la acción “pura” enunciada por Arendt —tan cesario enunciarlos. Integrarlos hasta la médula.
presente aún en los imaginarios—, y comenzar una crítica No hay, no habrá, “nivel organizativo potente”, si para
feminista a la “acción”. Dar vuelta y proponer una nueva hablar de la organización política no se mencionan, ni una
forma de ver todo esto. sola vez, las vulnerabilidades de las vidas que hacen esa or-
Toda vez que se entienden los espacios políticos como or- ganización. Si para “contabilizar” participaciones de una o
ganización de personas iguales, diferentes entre sí y “soste- de otra nos estamos exigiendo la participación, la presencia,
nidas”, se contribuye a invisibilizar la infinidad de gestos de la “acción”. Poner el cuerpo. A veces con qué cara.
“labor” que nos cubren las espaldas y nos hacen aptas para He ahí, en otro lugar, el reclamo de las retaguardias.
la participación. La cuestión es que somos aptas en función
de que contemos con un suelo medianamente firme. Y sin
ese suelo medianamente firme no contamos. Pero también
que, cuando éste no exista, esas personas heridas no se ex-
pulsen a sí mismas —o sean expulsadas— del espacio pú-
blico.
La gran debilidad de los nuevos espacios que estamos ela-
borando, y con diferentes gradaciones según su esencia, está
en no asumir las dependencias propias de los procesos de
reproducción de la vida. Y el problema que seguimos en-
contrando en pensar esta “nueva política” —sintagma que a
ratos ya suena vacío— está en que se parece demasiado a la
“vieja”, por cuanto no contempla ni incluye, de forma cons-
titutiva, la vida de quienes la hacen.
Da lo mismo, verdaderamente, que las asambleas del 15M
se estén quedando despobladas. Ese fenómeno sólo da cuen-
ta de que no es posible un movimiento asambleario revolu-
cionario de espaldas a la vida y de que, en definitiva, hemos
de remodular el discurso y la práctica política. Es urgente
integrar conceptos salidos de los feminismos como “repro-
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Revist a de alces XXI Número 3 , 2016-2017