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266). ¿Cómo pegan ambos pegamentos? O dicho de otro nómico, el mismo efecto de desertización que la penínsu-
modo ¿cuál sería la relación entre las fantasías identitarias la sufre en lo ecológico, tras años de incendios y gestión no
que han mantenido unida la nación en las últimas décadas sostenible (Valadas 87-92). Mientras se consume el tejido
y los flujos de capitales que engrasaban las instituciones en- social, se ve lentamente cómo emerge la roca dura, desérti-
cargadas de esa tarea? ¿Explica entonces ese súbito “final ca, del siglo XX, con su historia de violencia de estado y or-
del pegamento” la experiencia estética de la crisis como una den público (Chirbes en Armada).
donde todo aquello que parecía estar unido y bien unido co-
mienza a deshacerse? ¿Estarán entonces la quimera esférica y 6. A modo de una coda: la comunidad de las luciérnagas:
el nacionalismo quijotesco tratando de compensar la repenti- poéticas disruptivas y temporalidad de crisis.
na ausencia de flujos económicos? ¿Sería el fútbol la fantasía
compensatoria por excelencia que puede apelar intermiten- “Durante 35 años en Egipto sólo se ha hablado de fútbol”
temente a ambas líneas de quiebra, la horizontal-territorial -Sameh Khalil, El Cairo (Samar Media).
y la vertical-social? Julio de 2012. Martes 10. Ocho días después del desfile vic-
Lo que con claridad sí se vislumbra es el final de la cultura torioso de la selección, una marcha distinta tuvo lugar en
mesocrática española (Observatorio Metropolitano de Ma- Madrid, sin permisos, ni patrocinio de bancos, gobiernos,
drid 2011: 70-76). Las clases medias fueron el objeto y el ni marcas de deportes, sin autobuses descapotables, ni líde-
resultado de la transformación estructural del país durante res políticos. No fueron recibidos por el Rey en la Zarzuela.
el desarrollismo (Sánchez León), y también el sustento ima- Las fuerzas de seguridad estaban frente a ellos, no les prote-
ginario de la democracia, tal y como fue imaginada en los gían, no acordonaban a las multitudes, ni las mangueras re-
años setenta, precisamente por su condición de dique frente frescaban su calor. En vez de bombillas y luminosos, las au-
a tendencias separatistas, rupturistas, cívico-republicanas o toridades apagaron todas las luces del centro de Madrid. La
libertarias. La experiencia comparada de Grecia y de Portu- Puerta del Sol se quedó a oscuras. El mismo lugar que había
gal confirmaría que la destrucción de las clases medias me- sido escenario de tomas de lugar colectivas un año antes, era
diante la transferencia de sus sistemas públicos de servicios un jardín de sombras.
al sector privado es el objeto de las políticas actuales, el fin A la Puerta del Sol llegaba una marcha de mineros. Lleva-
del estado del bienestar (Genro en Elola). Estas experiencias ban varios meses en huelga tras conocerse el final de las ayu-
invitan a pensar que la disposición prioritaria de los recur- das al sector, significando el cierre de sus minas y, con ellas,
sos del país al pago de la deuda es, en sí misma, una medida los modos de vida de sus valles, y el futuro de sus comuni-
que hace crecer la deuda. La austeridad llama a la austeri- dades. Entre las distintas movilizaciones que realizaron tuvo
dad, como el fuego quiere fuego, y el rescate de hoy reclama lugar una marcha a pie desde las cuencas, la “marcha ne-
un nuevo rescate en el futuro. Se produce, en lo socioeco-
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013