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Seminarios 2013

Carlos Gámez Pérez: «La tradición literaria peninsular y la ciencia»

By marzo 27, 2013marzo 21st, 2023No Comments

LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XXI

Carlos Gámez Pérez

La tradición literaria peninsular y la ciencia

Pese a que la tecnología de la época aparece en varias obras del Siglo de Oro, y a que existen estudios sobre la influencia del saber médico en la literatura y el teatro picarescos (Slater, 2010 y Slater y López Terrada, 2011), el interés por la ciencia y la tecnología en la España tras el Siglo de Oro ha impreso una huella débil, y lo ha hecho siempre desde dos perspectivas, a menudo interrelacionadas: la renovación política y la modernización de la literatura patria. Esto se observa en la recopilación de Nuñez Espallargas en torno a la denominada poesía científica del siglo XIX (Nuñez Espallargas, 2008). En su libro aparece Melcior de Palau como el máximo exponente de dicha poesía, y también como un político e intelectual defensor de la modernización de España. Pero el libro también da cuenta del desprecio que el romanticismo español expresó por la temática científica y sus peligros de deshumanización, como en el caso de Jaume Balmes. Cabe recordar que durante el siglo XIX se fraguó la denominada “polémica de la ciencia española”, en donde proliferaron los discursos sobre el atraso tecnológico y científico de España. Un debate político que ha llegado hasta finales del siglo XX (Nieto-Galán, 1998 y Sánchez Ron 1999).

Precisamente, a finales del siglo XIX nos encontramos con un científico literato de renombre: el matemático, político y dramaturgo José de Echegaray, premio Nobel de literatura en 1904. A través de las obras de teatro de Echegaray se observa a un propagandista de la modernización del país, en la línea de algunos de los poetas naturalistas del siglo XIX como Palau (Echegaray, 1884 y 1989). Este espíritu de modernización también imbuiría a escritores posteriores como los miembros de La generación del 27, influidos además por las vanguardias históricas y la atención que estas dispensaron a la tecnología y los descubrimientos científicos. Como los vanguardistas, los escritores de la generación del 27 cargaron su estética de contenido político de corte revolucionario.

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y el advenimiento de la Guerra Fría, el papel de la ciencia en la literatura cambia de forma radical en el mundo anglosajón. En Reino Unido esto da lugar a la denominada polémica de las “dos culturas” (Snow, 1963), mientras que en EEUU el posmodernismo se posiciona de forma crítica ante el modelo de Big Science que se implantó en Norteamérica. Esto va a ser fundamental para entender la introducción de la literatura posmoderna en España y sus consecuencias. Pero de momento, en la posguerra solo encontramos dos autores interesados por temas científico-tecnológicos: Juan Benet y Luis Martín-Santos. Benet utiliza la ciencia y la tecnología como complementos a su fascinación faulkneriana por el paso del tiempo (Benet, 1967 y 1983). Martín-Santos, en cambio, se deja influir por James Joyce y por el modelo en pequeño de Big Science del desarrollismo franquista, como se observa en Tiempo de silencio (Martín-Santos, 1981). Ambos dejan entrever en sus escritos un afán de modernización del país a partir de la ciencia y la tecnología que nunca llegará. Pero también tratan de renovar la literatura española introduciendo a grandes figuras internacionales.

Posteriormente, en las décadas de 1960 y 1970 aparecerían escritores que utilizaron la ciencia. El grupo «novaexpressión», formado entre otros por Mariano Antolín Rato, que en la novela Cuando 900 mil mach aprox. hace uso de la ciencia y la ciencia-ficción. O José María Guelbenzu, que desde El mercurio (Guelbenzu, 1997), su primera novela, apuesta por una literatura innovadora que bebe de Cortázar y Joyce (y por tanto, tiene paralelismos con la obra de Martín-Santos) e introduce referentes científicos junto citas culturales de la época. En ambos casos, la intención política es menos acentuada que en los escritores anteriores, especialmente en el caso de Guelbenzu.

                  Las nuevas generaciones de escritores españoles y la ciencia

En las nuevas generaciones de escritores españoles se vuelve a observar un interés por la modernización de la literatura, esta vez siguiendo los patrones de la literatura posmoderna anglosajona. También una atención casi inexistente con anterioridad por el género de la ciencia-ficción, apenas cultivado en España pero muy importante para comprender la literatura del siglo XX. Aunque cabe mencionar la aparición de una incipiente literatura de ciencia-ficción española a partir de la transición política a la democracia, gracias a la labor de revistas como Nueva Dimensión, BEM o Gigamesh[1]  (Moreno, 2012: pp. 5-24). En cambio, la intención política de cambiar el sistema asociada a la ciencia brilla por su ausencia.

Respecto a la reactualización de la literatura peninsular de la mano de la tecnología, Vicente Luis Mora detalla el uso de las nuevas tecnologías en la nueva narrativa española en varios de sus ensayos (Mora, 2007 y 2012). Eso ha configurado un nutrido grupo de autores que no solo reflexionan sobre la ciencia y la tecnología en sus obras de ficción, sino que la utilizan para componer sus páginas.

El peso de la ciencia se observa en la obra del propio Mora. En su poesía se hace patente su visión cosmológica, cargada de azar, trascendencia, mecánica cuántica y tecnología. También se evidencia la tradición de las vanguardias históricas en su trabajo creativo, una característica que, junto a la experimentación, comparte con Agustín Fernández Mallo y Germán Sierra.

La influencia de las vanguardias es común a otros autores relacionados con Mora, Sierra y Mallo, como Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976), lo que no deja de ser un punto interesante porque este hecho hace entroncar a la denominada literatura mutante, a la que pertenecerían o habrían pertenecido en mayor o menor medida estos autores, con La generación del 27, al menos por la influencia que las vanguardias históricas han tenido en ambas, tanto en lo que se refiere a la experimentación como a la influencia de la tecnología y la ciencia en las temáticas que tratan, solo que sin la carga política revolucionaria que estas tenían.

Además de las vanguardias históricas, de una forma u otra, las influencias más comunes entre los escritores mutantes y los autores de estudio son la narrativa posmoderna norteamericana y la obra de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, todos notablemente imbuidos por el conocimiento científico, influencia compartida en algunos casos por otros autores mencionados en apartados anteriores como Guelbenzu.

Es por este tipo de tradiciones compartidas, que resulta interesante realizar el estudio de caso de tres escritores españoles del siglo XXI, como son Germán Sierra, Juan Francisco Ferré y Agustín Fernández Mallo, para hacer una valoración más concreta de la influencia de la ciencia y la tecnología en su literatura, el papel que tiene, y las influencias de las que se sirven.

                  Germán Sierra y la ciencia frente a la complejidad del mundo

Germán Sierra (A Coruña, 1960) es autor de cuatro novelas y un libro de relatos, además de doctor en medicina y profesor de bioquímica. En Sierra se observa el influjo del hecho científico ya en el lenguaje utilizado. Un léxico cargado de conceptos tecnocientíficos, además del uso habitual de metáforas y símiles científicos en la narración. Sierra utiliza elementos del realismo que combina con la ciencia-ficción, especialmente el ciberpunk, para escribir una suerte de ficción-ciencia, que pretende explicar el mundo sin la estética propia del realismo.

En Efectos secundarios, su tercera novela, el autor nos sumerge dentro de un posthumanismo tecnológico que afecta a todos los individuos: los frecuentadores de gimnasios, los adictos a videojuegos o los amantes de la pseudociencia. En este entorno, las grandes empresas farmacéuticas tienen el control sobre amplias capas de la sociedad. A ello debemos añadir la continua obsesión por el malestar físico y psíquico, por la ingestión de fármacos, por los productos de bioestética producidos por el instituto Oribashi-XTO, omnipresente en la novela (Sierra, 2002; 124). Una visión del mundo que ya se podía leer en algunos pasajes de su anterior novela, La felicidad no da el dinero (Sierra, 2000). En el relato «Alto Voltaje», incluido dentro de la colección de cuentos del mismo nombre, la tecnología y la ciencia también están muy presentes, al mostrar el inevitable conflicto entre ciencia, tecnología y sociedad cuando el protagonista, redactor para una revista sensacionalista donde no están claros los límites entre divulgación, ciencia y paraciencia, debe entrevistarse con un concejal, responsable de unas instalaciones de alta tensión que podrían ser perjudiciales para la salud de la población. (Sierra, 2004: 76). En Intente usar otras palabras, novela que trata sobre nuestros anhelos egocéntricos ante lo panóptico (el hecho de ser observados continuamente gracias a Internet), la tecnología cumple un papel de clara alienación. El entorno informatizado en el que se mueven los personajes es una de las causas de su inacción. Esa metáfora se hace más sutil al presentar a la numerosa tecnología que nos rodea como un entorno yermo y frío (Sierra, 2009: p. 25). Precisamente, en el sentido de la alienación creo que debería entenderse la “panoptofilia”, «el deseo de que alguien observe cada instante de nuestra vida» (Sierra, 2009: p. 145).

Como vemos, la visión de la ciencia y la tecnología que preside las narraciones de Sierra es la de un mundo posindustrial complejo, con entornos opresivos en los que la tecnología y la ciencia no proporcionan el prometido progreso de épocas pasadas sino que, junto a otros factores, contribuye a una mayor vulnerabilidad del ser humano, junto a una manipulación del individuo por parte de los poderes económicos.

Sin embargo, dado que Sierra es un escritor que articula sus textos en torno a tensiones opuestas, junto a esa contribución a la complejidad del mundo por parte de la ciencia y la tecnología convive un interés por ellas en ámbitos como el arte. El ciberartista es uno de los personajes habituales en sus ficciones. Curiosamente, Sierra es uno de los autores españoles que más ha utilizado los formatos tecnológicos mencionados por Mora para completar a la escritura (ha llegado incluso a escribir sobre el tema [Sierra, 2012]).

El modelo de Sierra y su relación con la ciencia está notablemente influido por la literatura posmoderna anglosajona. Esto se hace evidente en el uso de esas tramas científico-tecnológico económicas, los entornos opresivos altamente tecnificados, el bombardeo mediático de informaciones con contenido científico, las teorías conspiratorias organizadas por las grandes corporaciones industriales o el malestar del ser humano contemporáneo y su necesidad de consumir fármacos y realizar operaciones de cirugía estética. Temas que conviven en las obras de DeLillo, Pynchon, o Ballard. Y también en el ciberpunk, el bioarte o el posthumanismo. Temas en los que subyace una profunda crítica al sistema. Pero también una cierta fascinación por la tecnología y sus posibilidades expresivas. Podríamos considerarlo un modernizador del panorama literario español al tratar de introducir la literatura posmoderna anglosajona con su crítica de la ciencia incluida. Pero también un experimentalista que utiliza la ciencia y la tecnología para sus fines narrativos.

                  Juan Francisco Ferré y la literatura post Pynchon

La influencia de la ciencia también es tangible en el caso de Juan Francisco Ferré (Málaga, 1962). Como en el caso de Sierra, lo hace desde una perspectiva posmoderna y poshumana. El autor es conocido en los ambientes literarios españoles por haber defendido desde diversas tarimas culturales la necesidad de utilizar lo científico y lo tecnológico en la ficción contemporánea. En el prólogo a la compilación titulada Mutantes: Narrativa española de última generación, afirma (VV. AA., 2007: 14): «la narrativa literaria se atreve a ser el metalenguaje de todos los lenguajes vigentes o desfasados, el metadiscurso de todos los discursos, incluidos los discursos formales de la tecnología o la ciencia».

En su libro de relatos, Metamorfosis, se hace evidente la interacción que existe entre la descripción anatómica del cuerpo y la pornografía tal como figura en el relato que lleva por título precisamente «Metamorfosis». La medicina y los miedos que provoca en el ciudadano medio, por su parte, es el tema central del relato «Medicina general». Sin embargo, es en la novela La fiesta del asno (Ferré, 2005) donde se sintetiza la visión poshumanista de Ferré con la ciencia, al describir de forma explícita y anatómica el cambio de sexo del protagonista, Gorka K., mientras este se excita contemplando material pornográfico de carácter lésbico (Ferré, 2005: pp. 85-88). A continuación, a partir de la figura del forense, «el último de los humanistas vivos». Primero mediante la construcción de un monstruo nacionalista con los despojos de cuatro terroristas fallecidos, suerte de Frankenstein alienizado que lleva a cabo el forense nacionalista (Ferré, 2005: p. 108). Y posteriormente, al realizar el mismo forense la autopsia a Gorka K tras haber sido asesinado en complejas y “pornográficas” circunstancias (Ferré, 2005: p. 127).            El ultracapitalismo que nos domina y que lleva irremediablemente al uso comercial de la ciencia también aparece en la novela coincidiendo con la muerte del protagonista (Ferré, 2005: p. 125).

Evidentemente, en estos textos no pueden faltar las máquinas represoras de la seguridad del Estado, ni el dominio de los medios audiovisuales. Esa es la perspectiva que domina la visión de Ferré en sus obras posteriores: Providence y Karnaval (Ferré, 2009 y 2012), aunque también cierta irónica fascinación por el programador informático como el nuevo relojero del universo, según se describe en la segunda parte de Karnaval.

Respecto a las influencias, es conocida la admiración del autor por Don DeLillo. Pero, a mi entender, es Thomas Pynchon quien más influye en Ferré a la hora de introducir elementos tecnocientíficos en la narración. En un análisis del libro de Pynchon, El arco iris de gravedad, Ferré vaticina (Ferré, 2010) «la fosilización de cualquier estética literaria que no asumiera la influencia determinante de la ciencia y la tecnología sobre la forma de contar historias en las sociedades más avanzadas». De hecho, el tratamiento que Ferré hace del médico humanista en La fiesta del asno recuerda mucho a Schoenmaker, el ambicioso cirujano plástico que aparece en V, la primera novela de Pynchon. En todo caso, es un reactualizador desde el discurso de la posmodernidad con una visión más apocalíptica que Sierra, aunque últimamente trabaja una estética que pretende superar la posmodernidad.

                  Agustín Fernández Mallo: una estética de la ciencia

Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) es el caso más especial de los tres. Acompaña su narrativa con un proyecto estético denominado postpoesía y es quizá, el autor menos influido por la literatura posmoderna norteamericana de los tres. Su propuesta teórica ha crecido en paralelo con su obra poética y narrativa, que anticipó en dos manifiestos (Fernández Mallo, 2003 y 2006a) hasta la publicación definitiva del ensayo  Postpoesía: Hacia un nuevo paradigma (Fernández Mallo, 2009a). El texto presenta la relación que el autor cree ver entre ciencia y poesía, una mixtura de varias materias heterogéneas, entre ellas la ciencia, (Fernandez Mallo, 2009a: p. 97). Cuando se explica el concepto de Deriva Postpoética a partir de la Deriva Situacionista, el autor representa en un mapa bidimensional la Ciudad Poesía Ortodoxa y la Ciudad Ciencia Ortodoxa rodeando a la primera, en donde se visualiza el espacio de interacción para la Deriva Pospoética como el espacio de intersección entre ambas ciudades (Fernández Mallo, 2009a: p. 100). En este hipotético extrarradio tiene lugar la mezcla entre ciencia y poesía.

Resulta evidente afirmar que la ciencia contamina toda la producción de Fernández Mallo. Ese hecho ha sido analizado en profundidad por la investigadora y poeta Marta del Pozo repecto a su poemario Carne de píxel (Del Pozo, 2009). También lo hace en su narrativa. En este sentido, podemos afirmar que existen dos niveles para percibir la influencia de la ciencia en Fernández Mallo. Un primer nivel más evidente que vamos a llamar ciencia visible, imbricado en su apuesta poética, donde lo científico aparece con otros elementos de la cultura de una forma explícita y en el que metáfora o símil surgen a partir del collage. Y otro más profundo, relacionado con la estructura formal de sus novelas y su visión del mundo, que llamaremos ciencia invisible y donde la metáfora científica se encuentra imbricada en la estructura de los libros.

La visibilidad de la ciencia en la obra de Fernández Mallo se observa a partir de los elementos que pueblan los contenidos de sus textos: las citas científicas de Nocilla Dream, la aparición de fórmulas y constantes físicas, la introducción de conceptos de física de partículas elementales en el monólogo de la primera parte de Nocilla Lab, la obsesión del autor por cuantificar entes como las micronaciones, el uso de números decimales y escalas, la cultura material del hecho científico (laboratorios y objetos científicos), las referencias a la ciencia-ficción, los muchos científicos que figuran como personajes o los muchos personajes no científicos interesados por la ciencia.

Las razones que mueven a Fernández Mallo a incluir a la ciencia en sus narraciones son eminentemente estéticas, tal como postula en Postpoesía. En este sentido, me parece relevante decir que los distintos libros que conforman el Proyecto Nocilla están estructurados en formas que suponen una influencia de la ciencia más invisible y que esconde las concepciones más íntimas del autor al respecto. Es lo que hemos dado en llamar ciencia invisible: modelos científicos utilizados por el autor para dar forma a su visión del mundo.

Así, Nocilla Dream se organiza en torno a un árbol plagado de zapatos colgados de sus ramas. Imagen bassada en la estructura de rizoma propuesta por Gilles Deleuze y Félix Guattari en Mil mesetas (Deleuze y Guattari, 1988), que se inspira a su vez en una estructura biológica como la del árbol, y en la teoría de redes[2]. Se trata de un elemento no estrictamente biológico que tiene raíces en su base y en sus ramas, por lo que supera la estructura arbórea para convertirse en rizoma. La explicación de ese fenómeno supone el clímax de la narración, y las conexiones ramificadas sin una jerarquía clara son las que vertebran las distintas historias.

Nocilla Experience se estructura a partir de una red dinámica según el modelo de Actor-Red de Bruno Latour (Latour, 1992), en donde los nodos de la red tanto pueden ser las personas, como los objetos con los que interactúan o los discursos que proponen. También echa mano del azar, de los choques entre partículas y del tablero de juegos. Así, en Nocilla Experience se habla de parchís por su simbolización del caos. En esencia, el mundo es como un gran tablero de juego, un experimento (como demuestran sus personajes, todos experimentadores). Ahí radica la presencia de la ciencia, paradigma de la experimentación. También de la metáfora científica por pura coincidencia con otros conceptos. En ese tablero, la ciencia pretende introducir unas reglas del juego en el plano pero adscritas al azar (parchís vs ajedrez). El autor trata a la ciencia con una perspectiva no determinista. Se trata de una red dinámica de personajes, objetos y hasta del mismo autor, que colisionan entre ellos de forma inverosímil y se transmiten información.

Finalmente, Nocilla Lab tiene una estructura más lineal. En ella el autor intenta profundizar en su yo interior para luego disgregarse. La novela está plagada de referencias a la física atómica y a las partículas elementales en su primera parte desde la cita inicial. Se divide en tres partes. La primera está narrada en una forma más convencional. Se utiliza un monólogo continuo al estilo de Thomas Bernhard y se relata el pasado de Fernández Mallo así como sus influencias, en un guiño a la cultura humanista. Las referencias a la física de partículas se combinan con feroces críticas al sector más intransigente del ecologismo que tienen continuidad en la segunda parte del libro, donde utiliza su formato habitual, microtextos fragmentarios ordenados numéricamente. La crítica al ecologismo es contrastada con una serie de elementos artificiales y tecnológicos: ordenadores, jardines de plástico o fotografías de sonidos. La parte final, construida a base de retazos, se encuadra en un mundo claramente poshumanista, donde crecen árboles y raíces de plástico y el narrador esta rodeado de elementos tecnológicos propios de nuestra cotidianidad: tarjetas de crédito, ordenadores y basura. Tras páginas y páginas de luchar contra sí mismo, el narrador escapa. La huida finaliza en formato de novela gráfica sobre una plataforma petrolífera, en la cual la versión ilustrada de Enrique Vila-Matas le cuenta al autor historias sobre relojes y celdas cúbicas de hormigón, y donde los únicos elementos naturales que aparecen son el mar y una amenazante tormenta. El libro sintetiza la identidad del narrador desde su esencia y la disolución de esa identidad con la huida. Muestra su conjunto de partículas elementales y por eso la presencia de ciencia y tecnología cobra tanta importancia.

Como vemos, las tres estructuras de los volúmenes que conforman el Proyecto Nocilla están íntimamente relacionadas con la ciencia, y su resolución narrativa queda condicionada por estas formas. Los conceptos y elementos propios de la ciencia aparecen, no solo en los contenidos, sino también en la estructura del texto.

Por lo que respecta a la última obra narrativa de Fernández Mallo, El hacedor (de Borges), Remake (Fernández Mallo, 2011), podemos hacer un comentario similar aunque no igual. El texto es tristemente célebre por utilizar exactamente la misma estructura, con los mismos títulos para relatos y poemas, que El hacedor, de Jorge Luis Borges, y haber sido raptada su edición por la viuda del escritor argentino. Por tanto, no podemos decir que en este caso la ciencia influya en la estructura del texto. Pero si en su contenido. En especial, en fragmentos como «Mutaciones» (Fernández Mallo, 2011: pp. 58-99). Replica en pequeño del Proyecto Nocilla al estar conformado por tres textos en que podemos encontrar analogías, donde la interacción con la tecnología a través de Google Maps y con la ciencia a partir de un recorrido con Ascó son más que evidentes.

En este sentido, cabe afirmar que el posicionamiento de Fernández Mallo respecto a la tecnociencia es estético y atemporal. El individuo no puede posicionarse ante una utilización positiva o negativa de la tecnología y la ciencia, y menos aún en lo que respecta a su interacción con el medio natural. Sus personajes interactúan con los objetos ya existentes en el mundo. Esta decisión artística define su poética como entusiasta y siniestra al mismo tiempo. Se trata sin duda de un innovador, pues pretende la novedad al narrar, ya desde sus postulados teóricos. En cuanto a las influencias, apenas si la narrativa posmoderna norteamericana le afecta. Es mucho más evidente la huella del pensamiento posmoderno europeo y la de autores y movimientos que influyeron a otros renovadores mencionados aquí, como Cortázar o las vanguardias históricas.

                  Conclusión

Analizados los precedentes históricos de la influencia de la ciencia en la literatura española peninsular, y los casos de tres escritores españoles considerados mutantes por la crítica, podemos considerar que la presencia de la ciencia en la narrativa española del siglo XXI se debe en buena medida a razones de actualización de los temas y las estéticas literarios, siguiendo estrategias parecidas a escritores precedentes, como la introducción de grandes figuras de otras tradiciones. Sin embargo, a diferencia de las primeras tentativas, la componente política, que pretendía reformar el Estado a partir de los valores científicos, brilla por su ausencia en los autores tratados. Esto se debe en buena medida, al menos en dos de los tres casos (Sierra y Ferré), a que el modelo de actualización utilizado (la narrativa posmoderna anglosajona) ha desarrollado un discurso crítico con la ciencia y la tecnología de su época, alejandolo de visiones idealizadas. Aunque resultaría interesante realizar un estudio más complejo para tratar de analizar otras causas.

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[1]   Para una información más detallada es recomendable la lectura de los prólogos de las compilaciones, *Prospectivas (Moreno, 2012) y Antología de la ciencia ficción española 1982-2002 (Díez, 2003), así como de libro de Fernando Ángel Moreno, Teoría de la literatura de ciencia ficción (Moreno, 2010).

[2]         Marta del Pozo demuestra en su artículo (Del Pozo, 2010) que el árbol de Fernández Mallo va más allá del rizoma de Deleuze y Guattari. Se trataría más bien de un rizoma altermoderno.