Organizador: Oscar Pereira (opereira1@unl.edu).
Periódicamente surgen voces que, desde posiciones progresistas, denuncian la deriva conservadora e incluso reaccionaria de ciertos planteamientos políticos de izquierda. Este es el caso, según estas voces, cuando la izquierda reacciona contra la globalización y el malestar social asociado rechazando de plano la modernidad; o, en formulación complementaria, cuando la izquierda cuestiona el culturalismo identitario y fomenta una marginación de las intervenciones públicas centradas estrictamente en asuntos de raza y sexualidad.
Conviene señalar, no obstante, que las posturas reaccionarias o conservadoras son algo más que síntomas de nuestra coetaneidad posmoderna. De hecho, es muy probable que estemos en presencia de un fenómeno recurrente y característico de la transformación de una sociedad con mercado en una sociedad de mercado, por utilizar la terminología de Karl Polanyi.
Un par de ejemplos. El de Walter Benjamin, que enmendó la plana al optimismo progresista de Marx cuando a la altura de los años treinta del pasado siglo afirmó que las revoluciones no son tanto las locomotoras que tiran de la historia cuanto el freno de emergencia que la humanidad activa para evitar el desastre humano y ecológico provocado por el capitalismo. Y el de Pier Paolo Pasolini, que en los años setenta del mismo siglo denunció de manera amarga la mutación cultural que la acelerada introducción de la sociedad de consumo, con sus nuevos valores y conductas hedonistas, había provocado entre los sectores romanos de las clases dominadas provenientes del sur rural.
Un elemento común a las posiciones reaccionarias o conservadoras de izquierda es la desconfianza en el progreso o, al menos, el rechazo a una visión ingenua y despreocupada del mismo. Así ocurre, sin ir más lejos, con los dos autores que acabamos de señalar. Ahora bien, en este seminario vamos a considerar la necesidad de concebir esta desconfianza como un síntoma que debe invitar a buscar causas subyacentes tanto en el ámbito de la historia como en el de la cultura del capitalismo. Y para llevar a efecto este programa, planteamos dos áreas de discusión y una propuesta metodológica:
- La relación entre capitalismo y modernidad. Nos preocupa si la modernidad es reducible al capitalismo y, por tanto, si la única modernidad viable es tendencialmente destructiva de la humanidad y su entorno natural. Con otras palabras, nos interesa explorar la noción de modernidades alternativas, es decir, la posibilidad de que la modernidad se haya nutrido de fuentes diversas a la capitalista. Este planteamiento nos permitiría distinguir entre una micro-racionalidad del beneficio y una macro-racionalidad sustantiva de carácter social y ecológico.
- Las contradicciones culturales del capitalismo. Nos interesa investigar la tesis de Daniel Bell que postula la existencia de una doble matriz cultural bajo el capitalismo, a saber, la derivada del ámbito de la producción, que daría lugar a valores y conductas de autocontención, y esa otra asociada con el consumo, que facilitaría la promoción de valores y conductas hedonistas.
- La opción por la tercera cultura. Este es nuestro planteamiento metodológico. Partimos de la caracterización que Francisco Fernández Buey desarrolla de tal noción en el libro del mismo título. El objetivo es ir más allá de la idea de cultura como infosistema desligado del ecosistema de la vida y promover la visión de la cultura como un componente integral del ecosistema humano. Esta concepción exige con toda probabilidad la formación de equipos multidisciplinares, lo cual se vería facilitado si los humanistas optan por programas educativos que integren formación humanista y cultura científica.
Bibliografía: Lista de lecturas–Capitalismo, modernidad y tercera cultura